diciembre 15, 2006

El rezo

En la cama. Ambos compartiendo una de las almohadas. Antes de dormir. Muy pasada la hora de dormir.

—Simón, relájate.
—Estoy relajado, mamá.
—Pero te estás moviendo mucho, hijo, así no te puedes dormir.
—Estoy relajado, de verdad.
—¿Y si rezamos un poquito?
—Nooooo, mamá… no quiero rezar.
—Anda, hijo, sólo un poquito.
—Ni lo sueñes. No quiero, mami.
—Un poquito, a ver… Ángel de mi guarda
—¡Que no, mamá! No diré Ángel de mi guarda.
Dulce compañía
—Ah, pues, mamá. No quiero rezar. No diré Dulce compañía.
No me desampares
—No rezaré. Jamás rezaré no me desampares.
—Ni de noche, ni de día…
—No rezo y no rezo. Ni de noche, ni de día. No.
—Porque sin tu amparo…
—Mamá, olvídalo no diré ninguna oración. Ni tampoco diré Porque sin tu amparo.
—Yo me perdería…
—Que no. Nada de eso. Yo me perdería no lo diré porque no rezaré nada.
Amén…
—Mami —riéndose y tapándose con la cobija— qué terca eres. Para nada rezaré. No diré Amén porque no voy a rezar ni un pedacito —sacudiendo las piernas y dándome la espalda—.
—Buenas noches, Simón.
—Buenas noches, mamá.




de «Historias mínimas de un niño despierto»

4 comentarios:

Arcangel Vulcano dijo...

¡Muy dulce! Que Dios bendiga a tu hijo.Se nota mucha inspitración en ti.También me produjo tu post una hermosa nostalgía. ¡Mérida!,¡que belleza! sólo imaginármela y pienso en sus ambientes idílicos; en las barbas de los árboles de la plaza de Milla y en su Iglesia;en las nieves eternas del pico Bolívar, en el Pico Espejo, el del Toro; en su expectácular teleférico;En sus emcumbradas montañas; sus frailejones; cierro los ojos y me huele a exquisito queso ahumado y a chicha de maís;recuerdo su inolvidable plaza de toros y sobreviven excenas de Manuel Benitez el Cordovés, de Francisco Rivera Paquirri,De Manzanarez, de palomo Linarez, de César Faraco, de Curro Girón, Eloy Cavazos, Bernardo Valencia, Carlos Rodriguez,Morenito de Maracay, los rejoneadores hermanos Rodriguez; imposible no pensar en el Estadio Guillermo Soto Rosa, repleto de fanáticos bulliciosos del Estudiantes de Mérida o de la ULA,en la ilustre Universidad de Los Andes y en sus extraordinarios estudiantes universitarios;en sus intelectuales de gran talla;pienso también en Ejido, Jaji, en el Valle, en la hechicera, en los chorros de Milla,en la Pedregoza, en el río chama,en el Prado río,en la Plaza Glorias Patrias,en los pastelitos de San Benito en la Vuelta de Lola; en el Pico del aguila; en Chachopo; en Tabay; en Apartaderos,en Mucurubá,en Timotes, en Chachopo, en la venta, en Mucuchies; en los hermosos niños con sus mejillas rosadas;en las Ferias del Sol; en la chicha andina;en las truchas; en su Plaza Bolívar; en la Catedral; en sus páramos; en la neblina nocturna, sus tascas,su mercado municipal extraordinariamente popular; en restaurantes; discotecas y hoteles maravillosos; en el clima frío que se respira; en su gente amable y maravillosa, y en sus inigualables mujeres.¡Salud por Mérida y los merideños!. Feliz Navidad.

Lety Ricardez dijo...

Ay Laura, corazón santo, que dulzura de textos, estás elaborando un libro que ya desde hoy es un tesoro,
Siempre que leo uno de tus relatos, siento que la paz me inunda, esa relación amorosa con tu hijo, su inteligencia, la forma en que nos cuentas, me cautivan,
Que Dios te bendiga a ti en él y a él en ti querida amiga

Mili Zúpan dijo...

Me encanta la sencillez con la que cuentas algo tan trascendental como lo es ver crecer a tu hijo.

Los textos son realmente hermosos.

Jose Urriola dijo...

Simón, aquí entre panas y no le digas nada a tu vieja, yo también me negaba cuando chiquito, me resisitía y hasta inventaba chistes con la oración del ángel de la guarda... pero te advierto del poder de las madres, algo -debe ser un hechizo raro que repiten desde los tiempos de las abuelas de nuestras abuelas- hacen, porque cuando uno llega a viejo termina repitiéndolo a los chiquitos de la familia la misma bendita oración. Chamo, y hasta te gusta. Te dan ganas otra vez de hacerte chiquito y que alguien se empeñe en recitártela antes de dormir.

Abrazo

JU