octubre 30, 2006

La sombra

Yo escribía en la computadora, era fin de semana. Simón andaba por la casa, descalzo, como andaba siempre, moviendo cosas, dibujando. Se acercó para decirme, lápiz y papel en mano:

—Mamá, por favor; escríbeme mi sombra.







de «Historias mínimas de un niño despierto»

Esto ocurrió hace 4 años más o menos. Simón recién hablaba. Aunque fue reciente la decisión de registrar sus preguntas, reflexiones, comentarios, para dejárselo más adelante como bitácora de vida, ese momento que narro causó gran conmoción en mí. Lo recordé esta mañana, cuando le contaba ese instante a Graciela, mientras regresábamos de imprenta.

El otro que mira



Fotografías: Laura Morales Balza

La pregunta

En la autopista, a la altura del campo de golf que está antes de la entrada de Santa Fe. Hacia el sur. Lluvia abundante. Cola terrible. Todos los canales atestados de carros casi estacionados.

—Mamá
—Sí
—Aquel hombre que está allá ¿existe?
—¿Cuál hombre?
—Mamá... aquel, aquel. Mira el carro gris. Por Dios, mamá.
Me contestó con fastidio, como si fuese muy evidente de qué hombre se trataba.
—Bueno, hijo, yo lo estoy viendo. Existe.
—¿Estás segura?







de «Historias mínimas de un niño despierto»

Futbolito, tercer partido

Cara rojísima. Sonrisa desde mucho antes de subirse al carro, con señas y ademanes que no entendí. Finalmente la noticia:

—¡Ganamos el partido esta vez!
—¡Qué bueno, hijo! ¿cómo fue?
—Once goles a cuatro.
—Son muchos goles ¿no?
—Ajá.
—¿Qué posición jugaste?
—Pues la misma de siempre, mamá.
—Delantero, entonces.
—Sí...
—¡El juego duró más de una hora!
—Qué divertido, Simón.
—¿Divertido? Me siento como un gorila cansado.







de «Historias mínimas de un niño despierto»

Muy temprano

En la autopista de Prados del Este, cerca de Santa Fe, en un tramo que casi siempre se detiene por el volumen de carros.

—Mamá ¿y si pasas a esos carros?
—No puedo hijo, tampoco hay espacio delante de ellos.
—¿Y si vuelas?
—Mi amor... el carro no puede volar.
—Jajajajaja, lo sé.
—¿Y si pasas uno por uno, luego otro, luego otro, y así posesivamente?
—Progresivamente, Simón.
—Bueno, eso. Posesivamente.







de «Historias mínimas de un niño despierto»

octubre 28, 2006

Algunas preguntas no son por qué

Estábamos subiendo anoche hacia la casa. Hubo una lluvia terrible con truenos y sonidos. El cielo quedó limpio y despejado. Casi a las 8:30 pm, muy cerca de la última redoma antes de llegar al edificio, Simón rompe un largo silencio para decir:

—¡Mamá! Mira, allá arriba hay un avión.
—Sí, puedo verlo.
—¿Será militar? o ¿será de esos que llevan personas a otros países?







de «Historias mínimas de un niño despierto»

De todas las flores

—Mamá
—Dime
—Aquí hay una flor que me parece triste







de «Historias mínimas de un niño despierto»

El hijo padre

En el tráfico, el más fuerte de la semana hasta hoy. Más de cuarenta y cinco minutos manejando. El reloj marcando cada minuto de retraso para la hora de llegada. Yo callada para no agregar más angustia a la angustia ya presente. Escucho a Simón decir, con serenidad:

—No vamos a llegar, mamá. Enfréntalo.







de «Historias mínimas de un niño despierto»

octubre 14, 2006

Danzantes de Yare (primera parte)

Fotografías: Laura Morales Balza

Danzantes de Yare (segunda parte)



Fotografías: Laura Morales Balza

Danzantes de Yare (tercera parte)

Fotografías: Laura Morales Balza

Es tarde para mirar la noche

Es tarde para mirar la noche
Tu cuerpo ya tiene el nombre de la tierra

Con qué cuidado te nombran, ellos
que desconocen tus cosas amadas
Debió ser fría tu noche
sin mantas ciegas, ni liturgia
Habrás tenido la ofrenda del silencio
si el Mal fue piadoso
Habrás mirado el cielo, si hubo cielo capaz de recibir tus ojos


Con la penumbra se acaban las razones
Tantas ramas dentro de tu cuerpo, innecesarias
Tu cuerpo de madera con corazón
Tu cuerpo siniestro con latidos
Tu cuerpo urna
tan mortal
que en él mueren las ramas de un árbol


Qué misterio el Oro del cuchillo que borra tu nombre


Tendré que soñarte cuerpo florecido
Espantar tu cuerpo vaciado
de mis ojos

Basta tu corazón para soñarte en la luz
porque en la sombra es monstruoso
y el tiempo se vuelve reloj oscuro y tamizado

Bastó tu corazón
para latir sin nombre

puesto en la tierra
tu cuerpo corazón latido






a MM

octubre 03, 2006

La imagen

Fotografía: Simón


No sólo se trata de observar, de ser discreto, de pasar inadvertido —como expresaba Henri Cartier-Bresson acerca de la fotografía. Esa expresión que me dejaba tanta liviandad, tanta ligereza, tanto disfrute interno puedo comprenderla mejor ahora cuando veo las imágenes que mi hijo registra de su entorno. La ingenuidad de muchas expresiones acerca de la fotografía me fue siempre ajena. La adultez arroja muchos cuestionamientos sin respuestas, prejuicios, dudas sin nombre que en vez de contribuir a la libertad consciente para crear o realizar cualquier actividad de expresión, son un peso gigante para la parálisis, para la no-acción.

Me pregunto cómo aborda mi hijo determinada imagen y no veo otra cosa que mero disfrute y pura contentura. La «formalidad» del registro está después de la «necesidad» de perpetuar las cosas que le gustan, las curiosas, las que desea, las que ama. He dejado de hacer imágenes porque mis preguntas no tuvieron respuestas o porque mis prejuicios me dejaron paralizada y fue más sencillo no abordar nada.

Intentaré aprender de él esa entrega que aspiro no sea posible solamente en la infancia. Me gustan sus horizontes, la perspectiva de los espacios desde su estatura… que muestra el mundo lleno de objetos enormes y desproporcionados. Sé que eso irá cambiando con el tiempo a medida que crezca, así que trataré de recopilar las imágenes que lleguen a mis manos —unas las borra antes de que yo alcance a verlas— para mostrárselas durante el tránsito que resta.

Ahora entiendo con más claridad la exactitud de las palabras de Cartier-Bresson, ahora no son sólo espasmos de agrado en mi pecho. Ahora tengo comprensión de esas palabras: «me gusta la fotografía como expresión poética. Sólo me interesa la fotografía que surge de la vida. El goce de mirar, la sensibilidad, la sensualidad, la imaginación, todo lo que llega al corazón, se juntan en el visor de una cámara. Ese goce existirá siempre para mí».



La imagen: Plaza Bolívar de Araure, estado Portuguesa, Venezuela. Agosto, 2006.

La frontera

Fotografía: Laura Morales Balza

PuertaTres

Fotografía: Laura Morales Balza


PuertaTres. El viaje.