diciembre 13, 2006

Silencios

En el tráfico, con mucha lluvia. Autopista Prados del Este, muy cerca de la salida hacia Alto Prado.



—Mamá.
—Dime, Simón.
—Cuando yo muera, y mi espíritu sea libre ¿irá al cuerpo de otro niño?

(silencio)

—Hijo... no estoy segura.

—¡Pero mamá! por ejemplo, mira ese niño que está allá parado
¿podría ir al cuerpo de otro niño como ese?.
—La verdad, hijo, no lo sé.
—Ah, mamá, por favor... necesito saber.
Porque si voy a un cuerpo diferente cómo haré para que sepas que soy tu hijo.

(silencio) —yo... cada vez más agarrada del volante—

—Mi amor, no tengo respuesta. Lo siento pero no sé qué decirte.
—Mamá... cuando mi espíritu sea libre y cambie de cuerpo... si yo te hablo fuerte y te digo: hola, mamá ¡soy Simón! ¿tú me vas a reconocer?
—Siempre te voy a reconocer, Simón... ¿por qué me preguntas tanto sobre eso?
—Porque cuando muera y mi espíritu vaya a otro cuerpo, quiero tener los mismos papás que tengo hoy.



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No sé cómo llegué a mi casa.




de «Historias mínimas de un niño despierto»

1 comentario:

Lety Ricardez dijo...

No hay palabras, puedo sentir tu gozo y también el nudo en tu garganta y en tu estómago