noviembre 11, 2007

La vedette

¡Oh! la comunidad internacional está sorprendida. Qué oportuno. La vedette de latinoamérica ha hecho otra de sus pataletas, esta vez, fuera de la carpa venezolana.

La vedette de Sabaneta ha crispado los nervios de algunos jefes de estado de la comunidad internacional. Le han mandado a callar, los mismos que en otras oportunidades le rieron todas las gracias. Sí. Porque las gracias del payaso son a veces más risibles fuera de la cotidianidad. Cuando su tristeza o motivaciones no nos salpican.

Cuántas veces no hemos visto a Chávez, nadar en aguas elogiosas porque luce «simpático», porque es «accesible» al pueblo. Porque canta, recita, baila, amapucha mujeres, es chistoso.

Cuántas veces no ha sido mostrado (desde enormes distancias) como un nuevo folclore, como la representación de lo relajados, informales y felices que podemos ser los venezolanos. Cuántas veces los ejemplares representantes de esa comunidad internacional, han visitado mi país y han afirmado con pasmosa frialdad: todo en orden, un país enrumbado y en total estado de normalidad. Claro, una normalidad conveniente para algunas acciones. Siempre que la insanidad maloliente que vivimos se quede bien resguardada y limitada en nuestras fronteras.

¡Oh! un poco de insanidad se ha colado en la frontera. El show se ha dispersado y ahora sí resulta irritable el almizcle expelido por la vedette de Sabaneta.



Cuánto asombro. El chiste luce menos gracioso, la sonrisa es una mueca forzada. Es demasiado real. ¡Oh! demasiado cerca. Vamos... vamos... un poco de serenidad. Llegó la hora de pedir respeto, ahora sí, la vedette me ha rozado... ¡Oh! por favor, un poco de compostura. Un poco de política. No me pareces ya tan gracioso. Vamos... un poco de distancia, por favor... ¡Oh!

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