abril 04, 2008

Hora nona

Ayer en la tarde —a tu hora, miraba un libro rojo. En sus páginas también hay pájaros oscuros. Lo compartía, amorosa, mostraba con amor el libro rojo donde debí despedirme en otros tiempos. Decía —mira el mar; estas manchas son de té; mira esta iglesia, la del mar y la del páramo; míralos aquí, en despedida cenital. A tu hora me visitó el amor desde varias páginas amarillas, las mostré sin saber el significado de tanta aparición y sustantivo. Leí en voz alta cómo el Conde y la Princesa de sus ramas partían. Ya habías comenzado a volar y mis dedos hurgaban en los pájaros del papel manchado y los mostraba desde entonces para no hacerlo en soledad. Todo eso a tu hora. Para despedirte.

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