abril 20, 2010

Sonora II


Los huesos de mi rostro contradicen feroces mi susurro de debilidad. Cualquier canción de cuna es apenas silbido invisible en la noche. Mi boca será un patio de árboles sin hojas ni pájaros. Despierto cuando mis molares crujen, y vaya que dije no temer, antes de cerrar los ojos. Pero cerré los ojos y también los labios y luego el trueno en la puerta de mi voz.





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