Para cruzarte
no necesito el aire que respiro
La clorofila que destilas, para dejarme el rastro
Tus ojos no miraron esta montaña, cada vez más alta
No miraron estas mujeres-ánima
sobre la piedra, erguidas
Ni mis manos aferrarse a una tierra que no volverá jamás
Esta montaña es infinita
Jardín y tumba al mismo tiempo
breve instante para los ojos, y para el corazón
No importa el tamaño de la piedra
porque en ella sangra una flor —última
Cáliz añorado en mi silencio de estatua
¿Dónde tu corteza?
Miro desde abajo, ejército altísimo de árboles con los brazos abiertos
¿Dónde tu corteza?
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