abril 30, 2008

Noticias

Hay noticias escritas. Las hay orales. Aparecen sin avisarnos y se instalan en nosotros de distintas formas. Unas para hacernos llorar, otras para hacernos reír. Algunas para no hacernos nada. En absoluto. Como llegan, se van. Nada en nuestros cuerpos las detiene. A veces nuestros cuerpos no están listos para algunas noticias. Las rodillas fallan, las habitaciones dan vueltas y nosotros somos un vértigo en descenso. No importa si alguien nos sujeta por los hombros con amor, para decirnos esa noticia terrible. No importa si dice «lo siento» y nos sujeta por los hombros, porque ya al sujetarnos somos una espiral en caída. Es tan humano pensar que es posible soportar todas las noticias.

Pero también hay noticias invisibles. Llegan sigilosas y cuando aparecen estallamos en cosquillas internas. Nos entregamos a la travesura de su aparición silenciosa y dejamos que nos tome por los brazos, el estómago, los ojos y la boca. Muchas veces nos sorprenden con las manos ocupadas. Dormidos o despiertos.

Las que son escritas nos permiten repasarlas. Nuestros ojos nos permiten revivir el dolor o la alegría cuantas veces queramos. Las orales pueden dejarnos en parálisis perpetuas. Queremos volver a la exactitud de su desvelo pero no somos capaces de regresar a las palabras exactas. Y si volvemos a ellas, dudamos de su orden de aparición. Insistimos, en vano, en revivirlas.

No hay terceros días ni resurrecciones para la oralidad de las noticias.

A veces tenemos la fortuna de estar preparados. No sólo físicamente. Preparados desde el corazón. Escuchamos o leemos, y pensamos «está bien, puedo vivir con esto» o «ay, caramba, cómo haré de ahora en adelante». Pero si nosotros estamos sentados, si además de estar sentados somos fuertes, porque nuestros cuerpos nos permiten ser fuertes y nuestros corazones son comedidos... si además de ser comedidos nosotros somos afortunados y tenemos un chocolate cerca, uno que nos permita asirnos duro a su dulzura, con tierna dureza. Un chocolate dulce que resbale por nuestros sentidos cuando recibamos noticias maravillosas... nosotros tendremos parte del sentido ganado. Podremos abrazar y enmudecer. Y si estamos rodeados de seres queridos, no hará falta palabras porque esos corazones entenderán en nuestro dulce silencio que las noticias han llegado. Bastará una que otra mirada para que sepamos que hay razones para saltar y dejar que el corazón palpite.



Tenga cuidado si usted muerde un chocolate y suena su teléfono. Puede ser una de esas noticias orales que se quedan para siempre. Con la certeza de haber llegado para quedarse. Para que nos abracemos a ellas y nos dejemos impresionar. No nos esforcemos en protegernos de la buenaventura de esas noticias. Dejemos las lágrimas salir. Permitamos a nuestros cuerpos y a nuestros corazones un lugar para el latido. Cierre los ojos y tenga certeza, sonría, sea feliz, porque si en sus manos había un chocolate, esa noticia llegó para quedarse.

1 comentario:

José M. Ramírez dijo...

Estoy convencido de que las personas que no comen chocolate no son de fiar.

Beso,

José