... «El Infierno de Dios no necesita el esplendor del fuego» ... Jorge Luis Borges
noviembre 10, 2008
lunes, 8 pm
Agito las manos en las claras heladas y pegajosas. Rompo los tallos del cilantro queriendo ser tallo o aroma. Vigilo el gusto de sus venas desde la punta de mi nariz hasta detrás de mi cuello. Reposa donde comienza mi cabello al terminar mi espalda. Huelo allí. Su verde sabe advertirme y calmarme. Siento pena por el perejil, porque nunca podrá sacarme de mis casillas de esta manera. Nunca, como el cilantro estrujado y humedecido. Entrecruzo los dedos rogando pausa en mi delirio. Ahuyento el miedo y pongo la vida transcurrida debajo de mis pies. Si estoy descalza, existo. Dejo mis ojos en la sal con deseo ancestral y onírico, pero sé de su suerte y me espanta dejarla escurrir entre mis dedos. No quiero sales, ni cruces, ni oraciones crujientes. Un cielo, tal vez. Una ventana. Una piedra demoledora. Un cuchillo. Un vaso. El fuego desapareció y yo pensaba y pensaba mientras el río se llevó mis peces. Tiemblo de frío. Miro mis pies, mitad derecho, mitad izquierdo. Ellos me sospechan inmóvil, si me muevo, la vida vivida huirá por la puerta sellada. En otras vidas quise ser pájaro, pero no pude. Si me muevo, pierdo. Si me muevo, muero. Quedan las cáscaras. Quedan sus nidos sordos. Volver al hueco oval de los principios. Uno, dos, tres.
espera
No está en la tibieza del pan
no está en tu voz
ni en el murmullo de los niños pequeños de la plaza
No está en el asiento frío
que mira pasar cabellos despeinados y oscuros
No está en la visita del extraño
de voz inexplicable y lejana
No está en el clima
ni en las respuestas de preguntas adecuadas
Ni en la hora
Está en las raíces ocultas muchos metros bajo tierra
Sin palabras
—porque las palabras no existen todavía—
Vistiendo quién sabe qué ropas
qué tesoros
Escondidas del temblor
que insiste filoso en las grietas de su escondite
Todas las mañanas
la luz es un filo que raja su enredadera
no está en tu voz
ni en el murmullo de los niños pequeños de la plaza
No está en el asiento frío
que mira pasar cabellos despeinados y oscuros
No está en la visita del extraño
de voz inexplicable y lejana
No está en el clima
ni en las respuestas de preguntas adecuadas
Ni en la hora
Está en las raíces ocultas muchos metros bajo tierra
Sin palabras
—porque las palabras no existen todavía—
Vistiendo quién sabe qué ropas
qué tesoros
Escondidas del temblor
que insiste filoso en las grietas de su escondite
Todas las mañanas
la luz es un filo que raja su enredadera
encantamiento
El texto y las imágenes: para guardarlos dentro. Cierro mis ojos para que no se escapen.
José, querido... hay un punto que trasciende el universo personal y hace que se aloje en el imaginario de muchas individualidades. En este mundo tan dado a lo instantáneo, es especial encontrar que retengas el tiempo y tus afectos en este modo. Estas imágenes se revelan con vida propia. Me atrapan por su realidad. Por lo pulcro y artístico —en sentido estético— de todos tus sujetos y la fuerza desde ellos. Todo lo que me llega desde sus ojos, quiero quedármelo. Gracias por hacer pública sus existencias. Piensa en el tiempo... ojalá la vida nos dé tiempo para mirarlas en retrospectiva, cuando los días hayan pasado callados, ellas hablarán desde su instante.
Abrazo, desde mi encantamiento
Laura

Fotografías: José Ramírez
Tomado, sin permiso de: http://tempusloquendi.blogspot.com/
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