Detrás de El Rey del Pescado Frito. Ese espacio que quién sabe cuándo podremos volver a ver del mismo modo de siempre. Ese día un señor pescaba, un señor que no permitió que lo fotografiara, y luego esos troncos, y yo sin saber si iban, o venían.
Supe del frío porque noté que tus alas, de pronto no se abrieron Anoche no fue suficiente adivinarte en las constelaciones Aquí la noche es honda, y este árbol, mañana no tendrá las mismas hojas
Descubro algunas, de mis propias ramas
Quién sabe qué brisa insistente te traiga de vuelta Quién sabe qué canciones
Pájaro no serás Ya danzaste suficiente aire dentro y fuera de mis ojos
Tanto silencio del otro lado de la bóveda —Dios debe dormir un sueño largo— También en ese silencio hay temblor de huesos versos que ninguna de las bocas, dijo
Es un milagro esta lluvia que no es triste
El llanto de Dios es sabio —hondo en él —hondo en las afueras
Siete veces, tu voz insiste en mí siete lunas que nos miran
La levedad del barro del que somos hechos ese calor ausente...
Eco insistente de tu voz como un susurro en mi memoria
Esta presunción de ruana Presagio de caminos grises helados hasta la piedra Este pálpito incómodo de montaña inacabada, rompe mi silencio estatuario
Otra roca puede contenerme
Entre los dedos escurro un miedo piadoso Espanto de no saberme entre los árboles que seguramente preguntarán —qué de la piel —qué de la corteza —qué de las hojas