diciembre 23, 2008

santa rosa

mi estómago rehusa mirarte a los ojos

no lo haré detrás de las rejillas
o de mi memoria

lo haré de frente
de ojos, estómago y riñón abiertos


los días
rehogados con claridad
en cada una de sus lunas
.....las dulces y las amargas
también se sentarán a la mesa


así lo hará el amor
vestido con gasas reiformes


voy a sujetarme de la taza
.....con las manos limpias


.
.
.
.
.
.

diciembre 22, 2008

abril reminiscente

desde este lado de la vida
advierto mayúsculo el asombro

mañana
después de la agonía de la tarde
de nuevo entraré en la casa donde fuimos 


mi cuerpo se ablanda de temores 
desde el más largo de mis cabellos despeinados
hasta las falanges de mis dedos contraídos
baja
por mi espalda
por cada una de mis vértebras
mi fe de niña pequeña

hueso por hueso
oración por oración

espero hallarte en las frutas de la casa




allí 
donde el dulzor florece

.
.
.
.
.
.

diciembre 03, 2008

abril

Fotografía: Laura Morales Balza

diciembre 02, 2008

Marguerite y la tijera barroca

a marianto





No huele a amoníaco. Huele a Vivaldi. Hay libros además de revistas, y no sólo hay libros sino que entre esos libros está Yourcenar —esta vez irónica y sonreída— diciéndome ¿ves? te vas a sentar aquí, sin chistar, con cara temeraria y valiente y vas a dejar que la tijera se escuche aunque yo luzca como una aparición en un espacio imprevisto. Vas a quedarte en mis páginas de historias orientales porque es coherente con la vida. Estas son las sincronías que importan, las demás puedes dejarlas pasar sin irte con ellas. No son relevantes.

Siempre alivia el agua los silencios más callados. Nada es excesivo ni ornamentado con exageración sobre todo cuando ha sido tan esperado. Ni las paredes están recubiertas, ni cuelgan telas brillantes desde el techo. Esa desnudez fue un buen síntoma, una pared desnuda siempre es bienvenida. Una pared incolora e inofensiva bien podría caerse encima sin maltratar a nadie. Más si de ella pende un moriche simbólico y soterrado hasta el ardor. También allí la infancia.

No era sólo el aroma a Vivaldi, era el Gloria en tono esplendoroso. Revivir mi primer acercamiento a una música que estuvo callada por tantísimos años. Está bien, Marguerite, recibo la sincronía de tus historias. La realidad dentro del sueño, el mito encantado y todas tus palabras. Delante de tus páginas me permito cerrar los ojos un instante, para que lleguen los pájaros desde lejos. Abandono tu Grecia y los Balcanes de Japón para quedarme en India. Poco más que despierta.

(…)

No fueron necesarias las rutas ni los mapas.

Mi papel quedó guardado en el bolsillo. De él me sujeté. Fue un viaje sencillo de asumir: ven.

Voy.

.
.
.
.
.
.
.