abril 20, 2010

19A «Canto de la república Bananera»


Yo, sable. Tú, sable. Nosotros, plátano. 


Balance


Un retrato de un niño en una fábrica de un físico canoso, que hacía cosas plásticas y tallaba nubes de calder pulidas y plazas cubiertas en las estalacmitas de una cueva con entrada de luz. Policía simpático. Pareja que discutía su destino mientras me apresaba por hacer la foto. Niño retratado muchas veces con polvos de colores en el rostro. Bocetos de las fotos hechos en acrílico —tomar nota—. Culebra de juguete que reptaba gelatinosa, en plena digestión. Sismo prolongado y terrible. Regalo de fotos históricas en sobre de manila. Ventanas que parecían alitas de zancudos azorados durante el terremoto. Redacción de mi prontuario por el retrato del niño dentro de la fábrica. Secretaria dulce. Carrera durante el terremoto hasta las nubes de calder talladas y pulidas. Cuarto con papel tapiz de flores blancas sobre fondo azul, dibujadas con tiza. Ventana vieja y bellísima, luz blanca, foto de 8 x 5 cm enmarcada con dignidad. 


Sonora II


Los huesos de mi rostro contradicen feroces mi susurro de debilidad. Cualquier canción de cuna es apenas silbido invisible en la noche. Mi boca será un patio de árboles sin hojas ni pájaros. Despierto cuando mis molares crujen, y vaya que dije no temer, antes de cerrar los ojos. Pero cerré los ojos y también los labios y luego el trueno en la puerta de mi voz.





abril 19, 2010

Sonora I


Algún día seré húmeda encía

La arquitectura de mis maxilares antinatura
en su fragor de polvo


Cuánto marfil sin cementerio


Marfil


Mi boca es una Catedral llena de estruendo


Duda


Cuántas canciones de cuna necesito 
para no sangrar


Morder


Cruje el esmalte de mis dientes
Mi mandíbula calla lo que yo sepulto

Estos huesos
que no sé nombrar
callaron la nave a pesar de mi lengua

Abrazaron su acústica hasta ahogarla


¿Cómo te llamas, infierno, para nombrarte?

Cuna



Es necesario acurrucarse en posición fetal
Mecerse anhelando una fe basculante
Relajar la mandíbula 
con sacrificio hercúleo

Respirar


.


Escuché en los cielos tu soberbia

Poco importa cuántas nubes rotas
no habitas en mi corazón


abril 14, 2010

Callar



En silencio (la cámara y yo).


abril 13, 2010

Cuidado en el tráfico

En la autopista Francisco Fajardo, dos malandros en una moto le cayeron a golpes a la ventana de mi carro. 

Sin máscaras, con sus caras, gritaban desde afuera mientras adentro la música no me dejaba entender. 

Gesticulaban agresivos y pedían el bolso y de nuevo, el celular. 

El de atrás apuntaba mi cabeza con una bolsa de cemento doblada. 

No podía saber si había un arma o no.

No fui capaz de bajar el vidrio a pesar de los golpes. 

Los miré, y dije no.





abril 10, 2010

Cantarte: Totus tuus

Diseño gráfico y fotografía: Laura Morales Balza





Finalmente.

Después de cuatro años, Cantarte realiza el sueño de su tercer legado musical. En esta oportunidad el programa de este CD contempla once obras del siglo XX en honor de la virgen María. 

Douglas Helvering (Estados Unidos), Francis Poulenc (Francia), Urmas Sisask (Estonia), Trond Kverno (Noruega), César Alejandro Carrillo (Venezuela), Manuel Hurtado (Venezuela), Gyôrgy Orbán (Rumania), Herbert Howels (Inglaterra), Arvo Pärt (Estonia) y Henryk Górecki (Polonia); más dos pistas adicionales de Morten Lauridsen (Estados Unidos) y Alberto Grau (Venezuela). 

La música de estos compositores en los textos latinos del Ave Maria, Salve Regina, Stabat Mater, Ave Maris Stella, Magnificat, Totus tuus, O magnum mysterium y Pater noster.

Que este sueño sea realidad resulta del esfuerzo y la espera de muchas personas que creen en el canto a capella, en la música sacra, y en el canto como una expresión tangible. 

Durante quince años soñé al lado de esta agrupación, y hoy me hace muy feliz que este grupo de obras pueda llegar a un público mayor de forma permanente. Me conmueve que podamos ofrecer este registro para que esa música exista tantas veces como sea recibida. Intemporal e infinita. 

Bajo la dirección del maestro César Alejandro Carrilo, Cantarte celebra el nacimiento de este nuevo disco.




FICHA TÉCNICA
Grabación digital a 2 canales realizada en directo
en la capilla de las Hijas de María Auxiliadora
los días 16, 22 y 23 de julio de 2006

CANTARTE
César Alejandro Carrillo
Director

Sopranos
María Elena Presa
Elena Mata
Natalia Martínez
Andreína Gómez
Zelena Guevara

Altos
Edel Coronado (1)
Laura Morales Balza
Lourdes Morales Balza
Raiza Mayorca
Yolanda Mantilla

Tenores
Luis Gonzalo Garrido
Germán Méndez
Carlos Eduardo Ramos
Ricardo Henríquez

Bajos
Miguel Ángel Vaccari
José Antonio Sanmartín
José Antonio Montilla
Juan de Freitas
Manuel Hurtado (2)
Javier Meneses

(1) Asesora vocal
(2) Asistente al director

Esta lista corresponde a los cantantes que participaron de la grabación. 


Miembros actuales de la agrupación:

Sopranos 
Elena Mata
Natalia Martínez
Andreína Gómez
Vilma Guzmán
Adriana Webel
Marisabel Bor
 
Altos 
Yolanda Mantilla
Ciria Peña
Marianella Díaz
Nohelia Bosch
 
Tenores 
Carlos Ramos
Juan Manuel Soto
Henrry Quintero
 
Bajos 
Miguel Angel Vaccari
José Antonio Sanmartín
Manuel Hurtado
Carlos Malavé
 
Manuel Hurtado
Director asistente 

Henrry Quintero
Asesor vocal

 


Producción ejecutiva: 
Fundación Cantarte

Producción musical: 
César Alejandro Carrillo / carrillo57@gmail.com

Ingeniero de grabación: 
Alessio Mini

Asistente: 
Willy Pozzobon

Edición y masterización: 
Alessio Mini & César Alejandro Carrillo

Diseño y producción gráfica: 
Camoba C.A. / camobatallergrafico@gmail.com

Fotografía de portada: 
Laura Morales Balza / auraldelmoral@gmail.com
Catedral de San Patricio, Nueva York

Agradecimientos:
Casa de las Hijas de María Auxiliadora
Iglesia Luis Gonzaga de Chuao

abril 09, 2010

El silencio de la torre


Fotografía: Laura Morales Balza


En el transcurso de mi infancia y adolescencia, usé un corsé de milwaukee durante mis años de inmadurez esquelética. Hacía largos viajes con mi papá a Caracas para los controles de crecimiento donde hacían un molde de yeso de mi torso, en una cama de tiras que era para equilibristas. A partir de ese molde ajustaban las medidas de mi esqueleto de metal. Con esa especie de armazón robótica, debí enfrentar toda clase de apodos y chistes malos, aunque debo decir que también fue motivo de buenos amigos a quien no les parecía extraño estar con una niña metálica como yo. 

Debí usar ese aparato despierta y dormida. Sólo lo retiraba para bañarme. Algunas noches, descubrí a mi mamá sentada, mirándome mientras dormía. Lo hacía sola, excepto una noche que desperté para verla acompañada de mi tío Carlos que acababa de llegar de viaje. Los dos mirándome dormir, preguntándose cómo lo lograba con tanto hierro y cuero alrededor de mi cuerpo. 

Siempre era necesaria la ayuda de alguien para retirarlo o colocarlo porque había que ajustar unas correas para que no se moviera, de manera que quedara firme y apretado. 

En esos traslados al consultorio del doctor Eladio Díaz Camero, mi papá, para animarme, conversaba largo sobre Caracas y otras cosas. En forma ritual, después de la consulta visitábamos sin falta los mismos lugares una y otra vez: la plaza Bolívar, las torres del Silencio, el pasaje Zingg, donde íbamos a una librería larga después de subir unas escaleras mecánicas que si recuerdo bien, tenían algo de madera en su estructura. Me gustaba el olor de ese lugar, una vez dentro de la tienda de libros. También íbamos al Panteón Nacional y a la casa natal del Libertador Simón Bolívar donde me hablaba nuevamente de historias de valor, dignidad y todas esas cosas escasas. Una vez en la plaza entrábamos a la Catedral y a otro edificio que no recuerdo el nombre. Me encantaban esas caminatas de la mano de mi papá. Sólo deploraba el momento de las horribles palomas en la plaza, eso nunca me generó sonrisas.

Luego de ese paseo mi papá tomaba la cota mil y nos íbamos a una tienda cuyo nombre tampoco recuerdo, donde me compraba un vestido para mi muñeca y otro para la muñeca de mi hermana, que recibía el atuendo cuando regresábamos a la casa. Siempre hacíamos lo mismo, así que las muñecas tenían un ajuar medianamente variado. Una vez durante la compra de esos vestidos, entró un señor que desde mi perspectiva infantil, recuerdo muy, muy alto. Mi papá me cargó y me dijo, hija, conoce a este señor, José Bardina. Él es un actor español nacionalizado venezolano. Recuerdo la sonrisa del señor y mis pasos apurados cuando estuve de nuevo en el piso, para escoger los vestidos de las muñecas.

En el viaje de regreso, parábamos en un lugar donde vendían unas chupetas planas con forma circular, de unos 12 cm de diámetro. Esa era la otra parada consecuente, y las chupetas no eran sólo para mi hermana y para mí.

De la mano de José Ramírez, a razón de la admisión de su serie «Paraguaná» en el archivo fotográfico de la Biblioteca Nacional, una mañana mientras lo acompañaba a una reunión donde hablaríamos de la presentación y copias de su obra, tuve la oportunidad de ver de nuevo algunos de esos paisajes de mi infancia. Fue revelador para mí. De esas emociones que llegan sin ningún tipo de verbo. 

Algunos edificios ya no son tan gigantes y aunque muchas de sus historias y valores dignos estos días muestran un rostro turbio y desaparecido, conservo con amor ese arraigo que intento mantener vivo así sea en recuerdos de días pasados. En ese país que éramos. En esas escaleras que me llevaron a aquel mundo de libros con olores más que mágicos. En esos pasillos con tragaluces que iluminaban a los transeúntes como elegidos por Dios. Figuras móviles, veloces, delante de algunos mosaicos que vestían las paredes con geometrías mínimas. Ráfagas lúcidas, pequeñas lumbres que reconstruyen el ardor de esta ciudad de anestesiados. Porque sólo adormecidos es posible vivirla sin dolor.



A mi papá
Odoardo Celestino
con amor líquido


A José Ramírez
por llevarme a los lugares de la memoria


abril 08, 2010

Coleccionar


Fotografías: Laura Morales Balza


A la vida diaria se incorporan las barajitas de Panini y las 10 maravillas arquitectónicas «Arma todo 3D». Además de pintar, mirar edificios y estar pendiente de los próximos goles son las cosas importantes del momento.

Esta vez el Empire State es el protagonista como uno de los rascacielos más famosos del mundo. Aunque después de leer la información del libro que viene con el modelo para armar, Simón piensa que debieron incluir un dirigible para amarrarlo a su antena. 

Eso habría sido la gloria para Ruf. 





abril 05, 2010

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Tejo

La montaña crece por encima de la llama

Mi montaña sin avalancha
ni cenizas