te alcanzo con mis manos de neblina
detrás de la luz de la montaña
con los ojos cerrados
sólo acierto el frailejón de la infancia
la piedra helada
el alma blanca de la leche hirviente
que destila vertical hasta los cielos
seguí las lágrimas de esos hilos traslúcidos
mis ojos se cansaron de mirar hacia arriba
desaparecieron, transparentes, en el techo de mi casa
abro los ojos y todo permanece amarillo
no miro los pájaros
pero los sospecho
cierro, esperanzada
en un montón de nubes
espesa neblina
la de mis ojos cerrados
cuánto hay de mí en esta ciudad ajena
de espejos
rota
acontecida
tantas hojas
aún verdes, en mis manos
con ellas te alcanzo
silenciosa
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