Amarré tu corazón a la tierra con ramas de cilantro y flores blancas. Le dije a los niños del pueblo que brotarían canciones, que serían frecuentes los pájaros y que las nubes estarían bajas para dejarnos su fragancia de río. Debemos esperar con los ojos quietos que amanezcan soles de colores y los árboles sacudan sus verdes encima de la tierra. Es la hora del poema.
El tiempo del poema.
a Otilio Galíndez
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